martes, 11 de marzo de 2014

MARZO 11, 2014

TITA ARCOS (AGS), GABRIELA MOLINA, NATALIA DANIEL (PUE), ALEJANDRO LEÓN, JAVIER FIGÓN Y AL ING. ARTURO ORTEGA MORÁN. CAPSULA DE LENGUA 274, PALABRAS DE LA VEJEZ Cuando el peso de los recuerdos sobrepasa al de los sueños, cuando de la despeinada flama que habitaba en los ojos de la juventud solo queda una serena luz, cuando nuestro cuerpo se agrieta por la pesada carga de años… ya no hay remedio, la sombra de la vejez nos ha alcanzado y ya no se irá; por el contrario, cada vez se tornará más oscura y con ella llegarán palabras que ya conocíamos, pero entonces serán tan pesadas como el tiempo que nos hemos echado encima. Nos dirán viejos, palabra que derivó del diminutivo latino vetulus, propiamente “viejito”. ¡Vaya!, al menos hay una raíz de simpatía en la palabra. En sus primeros tiempos, vetus en latín se nombraba a los productos de las cosechas de un año anterior para contrastarlos con los nuevos. Sería después, en el mismo latín, que esta voz extendería su uso para nombrar a todo lo perteneciente a épocas pasadas. Del mismo origen es veteris, nombre que se le daba a los caballos viejos que, por su edad, ya necesitaban de cuidados especiales y a quienes se encargaban de estos menesteres los llamaron veterinarius. De ahí el nombre de estos profesionistas que hoy ya no se limitan a cuidar equinos viejos. Tal vez a estas alturas, ya se habrán imaginado que también veteris dio en castellano voces como veterano, vetusto y vejete. En todos los casos, para referirse a lo que ya pasó sus mejores días. “Ya está chocheando”, se dice de quien ve mermadas sus facultades físicas y mentales a causa de la edad. La expresión es onomatopéyica, es decir, surgió de la imitación de los ancianos que, ya sin dientes y con dificultades motoras, en su intento de hablar no se oye sino “cho, cho, cho…”. En otros tiempos, a los viejos y su experiencia se les daba su lugar. Como huella de esta circunstancia subsiste la palabra senador, derivada de senex, voz latina que también significaba “viejo” y que era condición necesaria para pertenecer al senado. De la familia subsisten senectud y senil, para de modo elegante referirse a la vejez. Del mismo origen es sénior, que evolucionó y adquirió un sentido reverencial, dando lugar en castellano a las palabras señor, señora y también señorita, que etimológicamente descubrimos que significa ´viejita´. No está mal que lo sepan las damas que, cuando alguien les dice “señora”, muy dignas ellas replican: “señorita por favor”. Las cosas cambian, ahora para ser señor o senador, ya no hace falta ser tan viejo ni tan digno. De menos dureza o al menos así parece, es la palabra anciano, que tiene su antecedente en el latín anteannus, literalmente “el que es de antes”. Pariente de otras palabras que guardan el mismo concepto, como: antaño, antiguo y anterior. Con mucha consideración, en nuestros tiempos se han creado eufemismos para evadir la rudeza de las palabras antes dichas, se habla de estar en la tercera edad, término acuñado en Francia por J.A. Huet, en el año 1950; y de cuño más reciente es la expresión “adulto mayor”, que es preferida por muchos. El caso es que la vejez nos llega con sigilo, un buen día alguien nos dice que ya dimos “el viejazo” y el espejo lo confirma. Lo que en la juventud fueron bromas se convierten en estremecedora realidad: nos damos cuenta que la viejita a la que ayudamos a cruzar la calle es nuestra esposa, y que la frase “yo nunca había sentido…”, se hace parte de nuestro vocabulario cotidiano. Así son las cosas, cuando el peso de los recuerdos sobrepasa al de los sueños, es momento de echar mano de toda la sabiduría acumulada para darle sentido y luz a la recta final de nuestra vida.

lunes, 10 de marzo de 2014

MARZO 10, 2014

DAMIÁN ROBLES, ELISA ROBLES DÍAS, DANIEL HIJAR MEDINA (GUAD), STEPHANIE ARGEL, ARTURO GALLEGOS Y A TOÑO MUHLIA (TOLUCA) GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ HA ENVIADO UNA CARTA DE DESPEDIDA A SUS AMIGOS. “Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. . Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan. Gabriel García Márquez