viernes, 27 de febrero de 2015
FEBRERO 27, 2015
Sonrisas para viernes y para calificar
Iba un ciempiés y se tropezó se tropezó, se tropezó, se tropezó, se tropezó
Padrecito me vengo a confesar
Híncate mujer
No es tan grave padre, no es tan grave
Un hombre llega a su casa a altas horas de la mañana.
Vieja me asaltaron
Que paso.
Una flaca pero verdaderamente flaca me cobro mil pesos
Si una prostituta se queda embarazada...
¿se considera accidente laboral?.
Cariño, ¿crees que soy bueno en la cama?
- ¿Bueno? ... Un santo
Pepito cual fue la ruta de Cortés
la Malinche maestra la Malinche
Pepito dije la ruta la ruta
Mamá, mamá, hoy en el colegio he aprendido a hacer explosivos.
Muy bien hijo, y mañana que vas a hacer en el colegio?
¿Qué colegio?
Espero sus corazones partidos o sus chistes en
e_harfuch@.hotmail.com
martes, 24 de febrero de 2015
FEBRERO 24, 2015
CÁPSULA: UNA HISTORIA DE PELÍCULA
ARTURO ORTEGA MORÁN
Por el módico precio de un peso, las clases pudientes de la capital asistieron a las primeras funciones de cine en nuestro país. Era agosto de 1896 cuando el Cinematógrafo Lumiere se instaló en México para dar a conocer el novedoso invento. El nombre Cinematógrafo, lleva las palabras griegas kinein ´mover´ y graphein ´grabar, escribir´. La idea implícita es ´imágenes que se mueven´. Por ley del mínimo esfuerzo, esta voz se acortó a “cine”. Es pariente de cinética, cinemática y muchas otras que encierran el concepto de movimiento.
Para nombrar a la cinta en la que se grababa, nacieron palabras como “celuloide”, material del que estaban hechas; también “película”, que ya se usaba para nombrar cualquier capa delgada, procede del latín pellis ´piel´, de donde también “pellejo”. Si la duración de la película era breve, bastaban pocos metros de cinta y por eso se dijo “corto metraje”, en caso contrario, era de “largo metraje”.
A principios del siglo XX, en el cine tapatío “Salón Azul”, Rafael González era un proyeccionista que llevaba en su cara las huellas de la viruela. Por eso cargaba con el mote de Cácaro, otro modo de decir cacarizo, derivado de cacarani, voz purépecha que significa ´llaga reventada´. Cuando la película se detenía, la gente le gritaba: ¡Cácaro! ¡Cácaro! Nombre que habría de perpetuarse para nombrar a todos los proyeccionistas del cine mexicano.
Un paralelismo lo encontramos en Chile. Allá, cuando la película se cortaba, todos gritaban “¡Ya po´ cojo!” (como decir “Ya pues, cojo”), en alusión a un proyeccionista de Santiago llamado Eduardo Alvarado, que tenía este defecto. De ahí quedó que todos los proyectistas chilenos pasaran a ser “cojos”.
El cine tiene la magia de llevarnos a otros mundos, a otros tiempos, a otros sueños, y para decir que en la vida real ha pasado algo grandioso, decimos que estuvo “de película”. Aunque, esta frase ya ha mutado y hoy, los jóvenes prefieren decir que aquello estuvo “de peluche” o ya de plano… “de pelos”.
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