martes, 25 de marzo de 2014

MARZO 25, 2014

MANUEL SUÁREZ MARTÍNEZ (MONT), OSCAR MANUEL PEÑA COVARRUVIAS (CÓMALA, COLIMA), JORGE PEÑA, JESÚS PADRÓN (SLP), VERÓNICA MELÉNDEZ Y A ARTURO ORTEGA MORÁN. CAPSULA DE LENGUA 276, DE TRÁNSITOS Y POLICÍAS En México, a los agentes encargados de vigilar el tráfico vehicular solemos llamarlos tránsitos. Como este uso no está contemplado en el diccionario, muchos consideran que esto es un barbarismo y que lo apropiado es referirse a ellos como agentes de tránsito. Lo que poco se sabe, es que la misma barbaridad se cometió durante años con los policías, a quienes siempre debimos nombrar, para no pecar de bárbaros, agentes de policía. De la palabra griega “polis” que significa “ciudad”, derivó “politeia” que se refería a las reglas de convivencia entre los ciudadanos; de ahí pasó al latín como “”politia” y luego al castellano como “policía” manteniendo el significado de ´buen comportamiento´. En la primera edición del diccionario, la de 1737, así se definía: “Policía: La buena orden que se observa y guarda en Ciudades y Repúblicas, cumpliendo las leyes u ordenanzas, establecidas para su mejor gobierno. Vale también cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres”. Para hacer cumplir las normas de convivencia, se formaron los cuerpos de policía y a quienes lo integraban, muy pronto en el habla popular pasaron a ser policías, cuando lo correcto era llamarlos agentes o guardianes de policía. Al principio, no faltaron los respingones que hicieron notar esta aberración lingüística. En el inconcluso Vocabulario de mexicanismos, que Joaquín García Icazbalceta escribió poco antes de morir allá por 1890, en la entrada canalla se lee: “Canalla: Es nombre colectivo, y no admite plural, como lo dice expresamente el Diccionario: «Esta voz no se puede usar en plural, sin que sea barbarismo». Los que a uno de la canalla llaman canalla, son tan bárbaros como los que a un individuo del cuerpo de policía le llaman policía”. Para el pueblo, que no tenía tiempo ni ganas de hacer análisis lingüísticos, los policías siguieron siendo policías y con el paso de los años, ya a nadie le pareció extraño y este uso se generalizó. Aunque en la edición del Diccionario de 1914, con timidez se aceptó agente de policía como una acepción de policía, fue apenas hasta la edición del 2001 cuando finamente el diccionario incluyó: “Policía: Cada uno de los miembros del cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público”. No hay duda, es la fuerza del uso la que marca el paso en el desarrollo del lenguaje y, el diccionario, tarde o temprano termina por alinearse. Por eso me atrevo a hacer la siguiente profecía: Llegarán días en que, en las hojas del diccionario, nuestros ojos podrán leer: “tránsito: Cada uno de los miembros del cuerpo encargado de vigilar el cumplimiento de los reglamentos del tráfico vehicular”. Será hasta entonces que los bárbaros de hoy… serán perdonados.

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