lunes, 20 de octubre de 2014

OCTUBRE 20, 2014

Los 6 perores errores que puedes cometer como jefe Hay que tener cuidado cuando piensas que puedes decir lo que quieras con tus empleados, pero podrías cometer un error garrafal. Es muy simple pensar el que un jefe o líder en una empresa, por estar en la posición en la que se encuentra, tiene la libertad de decir lo que se le da la gana. Pero esto podría ser uno de los grandes errores en las organizaciones. Los jefes podrán compaginar o estar en sintonía con muchos empleados, pero siempre habrá otros que preferirían despedirlos. Estos empleados problemáticos, aquéllos que no se callan una y que tienen a los jefes al borde del arranque de histeria, podrían ser una amenaza mayor. Te recomendamos: Haz estas 3 cosas y conviértete en un mejor líder Pero a pesar de ser jefe, no se puede dar rienda suelta a la frustración y soltar la primera idea violenta a la primera. “¿Y por qué no puede decir lo que siente a pesar de ser el dueño del negocio? Pues porque si comete el error de hacerlo puede que despliegue una plaga de desmotivación en la plantilla, lo que sería muy negativo para el desarrollo normal del negocio”, mencionan los expertos de Asesores de pymes. Ellos precisan que es mejor callarse ante algún reto que represente cualquiera de estos trabajadores o resolverlo de una manera civilizada. Ante esto, proponen una serie de frases que los jefes nunca deben decir, sea cual sea la situación: Yo soy el jefe. Haz lo que te digo y cállate. Sí, es cierto. Tú eres el jefe y estás en tu derecho de mandar a tus empleados, pero el miedo y el autoritarismo no es la mejor forma de hacerlo. La plantilla sabe de sobra que debe seguir tus directrices pero si tu liderazgo no fomenta el debate te estarás perdiendo importantes ideas y sugerencias que pueden partir de cualquier trabajador y que pueden ser beneficiosas para el negocio. No olvides nunca que los que están por debajo de ti tienen un conocimiento más exhaustivo sobre los clientes de lo que tú tendrás jamás. Tienes suerte de tener trabajo. La antigua mentalidad de que un empleado debe besarte el anillo y que debe sentirse agradecido por haberle dado la oportunidad de llevarse una nómina a casa todos los meses no es buena idea, ya que puede que tengas delante a un trabajador que cumpla con su cometido. Pero te perderás su posible aportación extra, ya que estará totalmente desmotivado y cohibido ante un patrón que se muestra feliz en su papel de déspota. ¿Por qué eres el único que tiene un problema con ese trabajo que te encargué? Como en casi todo, en los negocios las comparaciones son odiosas. Este axioma también es válido para la relación jefe y empleado. Da igual que estemos ante un caso puntual de un trabajador de confianza o ante un problema que se repite. La solución nunca debe pasar por compararle con otros compañeros, sino por tratar de encontrar la base del problema que impide la correcta realización del encargo. No tengo tiempo. No se te ocurra rechazar con semejante excusa la solicitud de charla de un empleado. Dos minutos de tu atención a alguien pueden ser de mucha utilidad. En cambio, un rechazo puede originar un problema que se alargue en el tiempo. No tienes ni idea del estrés que tengo que soportar. Seguramente es cierto que un jefe está más estresado que cualquiera de los suyos. Pero tampoco es necesario vanagloriarse de ello y hacer de menos los problemas de los demás. Esta forma de actuar también conduce a la desmotivación. ¿Ve usted ese nombre en mi puerta? Esta pregunta suele hacerse a aquel trabajador al que se le quiere dar una lección de humildad contándole cómo una persona como tú que salió de la nada ha llegado a presidir una firma. Eso quizá debería hacerle pensar al trabajador que su solicitud o problema no es importante si lo compara con lo que tú has tenido que padecer para llegar a tu puesto actual. Pero es una mala estrategia, ya que tú no eres Dios y lanzar ese tipo de proclamas no es la mejor manera de lograr la afinidad con tu plantilla.

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