miércoles, 29 de octubre de 2014

OCTUBRE 29, 2014

LAURA PALOMINO ARAIZA Quizá alguno conozca la historia de los tres canteros que trabajaban de sol a sol tallando enormes piedras. Preguntados por el sentido de su trabajo, el primero respondió que era algo muy duro pero inevitable, un castigo infame, un calvario insoportable. El segundo recordó lo de ganarás el pan con el sudor de tu frente y se alegraba de que gracias a aquel trabajo su familia tuviera una mínima seguridad y la satisfacción de sus necesidades básicas. El tercero ante la misma pregunta dejó por un momento de tallar y contestó: "Estoy construyendo una catedral". El trabajo era el mismo para los tres, pero muy diferentes el sentido, la interpretación y la motivación que cada uno le daba. Trabajar es siempre transformar algo haciéndose alguien. El trabajo es mucho más que una ocupación, el trabajo otorga identidad, de ahí la enorme suerte de aquellos que trabajan en lo que libremente han elegido. Pero el ser de cada uno no puede agotarse en el rol de trabajador. A veces es desmedido el tiempo que dedicamos al trabajo, en detrimento de otras facetas de la vida. Cuando es así estamos robando tiempo a la familia y a nosotros mismos en la tarea de promover un crecimiento armónico, integral y humano. El trabajo debe sustentar la vida, pero no ocuparla por completo, hay que trabajar para vivir y no viceversa. Algo no va bien cuando hay trabajo desmesurado para unos y paro o mobbing para otros. B. Peral

No hay comentarios.:

Publicar un comentario