jueves, 20 de marzo de 2014

MARZO 17, 2014

LAURA PALOMINO ARAIZA, BÁRBARA TIJERINA, DÍANA BERLANGA, (MONT), PAULINA HINOJOSA Y A GABY ONGAY En una ocasión cuando buda estaba predicando su doctrina, un hombre se le acercó y comenzó a insultarlo e intentar agredirlo pero buda se mantuvo en un estado de imperturbable serenidad y silencio cuando el hombre hubo terminado su acción, se retiro. Un discípulo que se sintió indignado por los insultos que el hombre lanzó contra buda le preguntó por qué dejó que lo maltratara y lo agrediera a lo que buda respondió con segura tranquilidad: Si yo te regalo 1 caballo pero tú no lo aceptas de quién es el regalo? el discípulo contestó si no lo acepto sería tuyo todavía. Entonces buda respondió bueno estas personas emplean parte de su tiempo en regalarme sus insultos pero al igual que un regalo yo elijo si quiero aceptarlo o no. los insultos son como regalos: si los recoges lo aceptas si no lo recoges, quien te insulta se lo queda en sus manos. No podemos culpar al que insulta de nuestra decisión de aceptar su regalo, por esa misma razón esos insultos son para mí como un regalo que elijo no recoger simplemente los dejó en los mismos labios de dónde salen. Realmente ya buda explica en esta anécdota lo que es una verdad como un templo. Soy yo el que eligen enfadarse, el que elige sufrir. Como dice un adagio budista: el dolor es inevitable el sufrimiento no. En otro caso: El viejo maestro pidió a su joven discípulo, que estaba muy triste, que se llenase la mano de sal, colocase la sal en un vaso de agua y bebiese. - ¿Como sabe? – le preguntó el maestro. - Fuerte y desagradable – respondió el joven aprendiz. El maestro sonrió y le pidió que se llenase la mano de sal nuevamente. Después, lo condujo silenciosamente hasta un lindo lago, donde pidió al joven que derramase la sal. El viejo Sabio le ordenó entonces: - Bebe un poco de esta agua. Mientras el agua se escurría por la barbilla del joven, el maestro le preguntó: - ¿Cómo sabe? -Agradable – contestó el joven. ¿Sientes el sabor a sal? – le preguntó el maestro. - No – le respondió el joven. El maestro y el discípulo se sentaron y contemplaron el bonito paisaje. Después de algunos minutos, el Sabio le dijo al joven: - El dolor existe. Pero el dolor depende de donde lo colocamos. Cuando sientas dolor en tu alma, debes aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor. Tenemos que dejar de ser del tamaño de un vaso y convertirnos en un lago grande, amplio y sereno.

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