martes, 22 de abril de 2014

ABRIL 22, 2014

FELICITACION A LOREN DURAN Y A GUILLERMO AGUIRRE FARIAS POR SU CUMPLEAÑOS, SALUDOS A ELISA ROBLES DÍAZ, ADRIÁN NAVARRO CANEDO, LUCY AGUILAR, ALEJANDRO GÓMEZ LACES (GUAD), RENATA GUTIÉRREZ, MARÍA VIRGINIA HILL PÉREZ Y AL ING. ARTURO ORTEGA MORÁN. CAPSULA DE LENGUA 279, LA TALACHA Hay veces, que no nos queda de otra más que “entrarle a la talacha”. Los mexicanos sabemos que la “talacha” es el trabajo que cansa, que es tedioso, pero que por necesidad alguien tiene que hacer. Lo poco sabido, es que en esta voz se amalgamaron la lengua náhuatl y la española, haciendo de ella una verdadera “palabra mestiza”. Cuando los españoles invadieron tierras americanas, poco a poco, fueron imponiendo su cultura y su lenguaje. No obstante, la cultura prehispánica no desapareció por completo. Parte de ella se amalgamó con la de los conquistadores para dar lugar a la nueva “cultura mestiza” que se marcó también en el lenguaje. Son muchas las voces indígenas que ahora usamos y que siguen ahí, recordándonos que sobrevive en nosotros algo de la cultura de nuestros antepasados prehispánicos. Hay palabras del náhuatl, que permanecen casi intactas. Abundan en nombres de lugares como Ahuacatlán (que es lugar de aguacates), Popocatépetl (montaña que humea), etc. También, en el lenguaje coloquial, usamos el despectivo “escuincle” (que significa perro), para llamar a los niños; para decir “mucho” usamos “un titipuchal”, nos gustan los “tamales” y de un enamorado empedernido, decimos que le dieron “toloache”. Hay otras palabras que nacieron por confusión fonética. Por ejemplo, cuando los españoles llegaron a un lugar que los nativos llamaban “Cuanahuac”, les pareció oir “Cuernavaca”, y así le llamaron. Otras voces, surgieron al adaptarse palabras indígenas a los esquemas del español. Un buen ejemplo es “tlapalería”, la tienda que vende pintura, material eléctrico y herramientas. Este nombré se derivó del náhuatl “tlapalli” (color para pintar, literalmente 'líquido de fuego') y la terminación española “ería”. De una naturaleza muy especial, son las palabras que se formaron con la mezcla de una voz náhuatl y una voz española. A éstas, los académicos las llaman “hibridismos”, pero a mí me ha parecido bien llamarlas “palabras mestizas”. Un buen ejemplo de esta categoría es la voz “talacha”. En esta palabra, el náhuatl “tlalli” (tierra) y el español “hacha”, se fusionaron para formar la voz “tlalhacha”, para nombrar al instrumento de labranza que se usa como hacha y azadón. Se usa para romper tierra dura y cortar dentro de ella tallos y raíces. “Tlalhacha” se simplificó a “talacha”, y después, al tratar de masculinizar a la herramienta nacieron las variantes “talacho” y “talache”. De la agobiante tarea de la labranza se dijo “hacer talacha” y de ahí se generalizó para referirse a cualquier trabajo que requiere gran esfuerzo. Otra palabra bicultural es “tecorral”, que se integró con el náhuatl “tetl” (piedra) y el español “corral” pasando a significar “corral de piedras”. No cabe duda de que las palabras mestizas tienen especial relevancia, ya que ellas son huellas vivas de nuestro origen.

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