martes, 10 de febrero de 2015

FEBRERO 10, 2015

CAPSULA DE LENGUA. CHIVO EXPIATORIO Hay veces que las cosas no salen bien, y si de repartir culpas se trata, lo mejor es echarlas todas sobre las espaldas de un infeliz que se ponga a modo; y así, el resto del equipo se libra de tan incómoda situación. A quien es víctima de esta infamia colectiva, es conocido con el nada honroso nombre de “el chivo expiatorio”. En el antiguo ritual judío de la expiación. Expiar es una voz latina que significa “quedar limpio de culpa mediante un sacrificio” y de cómo se conseguía esto, el Libro del Levítico del Antiguo Testamento lo explica con todo detalle en el capítulo 16. Dos chivos eran elegidos y, mediante sorteo, uno de ellos se ofrendaba a Yahvé con la seguridad de que si estaba de mal humor El Señor, con el macho cabrío sacrificado se pondría muy contento. Después, colocaban las manos en la cabeza del otro chivo suponiendo que así, todas las culpas humanas serían depositadas en el pobre animal. Luego lo llevaban al desierto en donde era apedreado y ya moribundo lo abandonaban pensando que así lo entregaban a Azazel, una personificación del demonio a quien no le caería nada mal un chivito relleno de culpas. De esta manera, los antiguos israelitas se purificaban; su contador de culpas quedaba en cero y ellos listos para cargarse de nuevos pecados que en el siguiente año volverían a expiar mediante el sacrificio de otro “chivo expiatorio”. Es por esto que, hoy a quien carga con una culpa que debería ser de muchos, lo llamamos "chivo expiatorio".

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