martes, 24 de marzo de 2015

MARZO 24, 2015

CÁPSULA: NOMBRES DE CARIÑO, ARTURO ORTEGA MORÁN Para demostrar afecto a nuestros allegados, en especial a los pequeños, en el ambiente familiar solemos usar formas abreviadas y cariñosas para nombrarlos. A un Rafael solemos decirle Rafa, a una Teresa Tere, a Guadalupe Lupe o Lupita, y así podríamos llenar un libro de ejemplos. A estos nombres de cariño, los lingüistas los llaman hipocorísticos, voz griega que significa ´acariciante´ o menos literal ´nombres que acarician´, ¡vaya!, nada mal. En muchos casos, la forma en que se desprende el hipocorístico del nombre es muy obvia, como en los casos mencionados. Pero, ¿de dónde sale que a José hay que decirle Pepe?… Una hipótesis acerca del origen de Pepe propone que en tiempos antiguos, cuando se hacía referencia a San José lo llamaban ´Jesus Christi Pater Putatibus´, que significa padre putativo (o sea adoptivo) de Jesucristo. Con el tiempo, los copistas usaron la abreviación JHPP y después PP. De esta abreviación, dicen, salió el hipocorístico Pepe. A los Pepes, que quizá no les haga mucha gracia su relación con putativo —por aquello de los albures¬—, les tengo una buena noticia: en realidad, el origen de Pepe como casi todos los hipocorísticos está en el ambiente familiar y es fácil de entender cuando sabemos que, en la antigua España, el nombre era Josepe, variante de la forma italiana Giuseppe, como se lee en el siguiente texto del año 1400: “…Y pasaron hombres mercaderes y corrieron, y alzaron a Josepe del pozo, y vendieron a Josepe a los Moros por veinte pesos de plata”. No es difícil imaginar a un niño pequeño llamado Josepe que apenas empieza a hablar y que al querer decir su nombre pronuncie Pepe. Los padres, a manera de solidaridad y de cariño, lo seguirían llamando así. De modo que Pepe, es la pronunciación infantil de Josepe. La misma explicación funciona para Chepe, usado en algunos lugares. Si hay que explicar el origen de los hipocorísticos, o nombres de cariño como mejor nos gusta decir, hay que hacerlo en el ambiente familiar, observando la forma de hablar de los pequeños y también de sus padres cuando les muestran su amor acariciándolos con palabras.

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